jueves, julio 29, 1999
Si alguna vez os encontráis rodeados de hierro, calor,
traqueteo, vapor y alguien os grita "dale más admisión!!!" pero
apenas le oís porque tenéis los oídos taponados con carbonilla...
sin duda estáis en una locomotora de vapor. Pero eso no es el
principio.
Esto va a ser la crónica de mis vacaciones. A estas alturas
ya sabéis todos de que va esto: verdades a medias, mentiras
descaradas y sobrealimentación de paréntesis (como éste). Al
final acaban todas con un CONTINUARÁ... y si alguien todavía se
cree lo de que continuara, que me llame: tengo la torre Eiffel
en venta y le puedo hacer un buen precio.
Me fui a Azpeitia, un pueblecillo vasco a aprender a
conducir locomotoras de vapor (teoría y practica). Mis únicos
compañeros de viaje eran Michael Marshall Smith y Marguerite
Yourcenar. Viajar así tiene ciertas ventajas, como por ejemplo
que luego no hay fotos tuyas potando o saliendo de la ducha.
Los tres días de teoría sobre como funciona y se opera una
locomotora se resumen en una palabra: magia. Básicamente, los
dioses te ven sudar intentando mover las palancas, peleándote con
los grifos y paleando carbón como un condenado (condenado a
palear carbón, cronquetamente) y entonces se apiadan de ti e
impulsan la maquina.
La practica ya fue más interesante: el segundo día mientras
encendíamos la caldera (tiempo estimado desde Fría a Ready_To_Go:
4 horas) apareció la prensa amarillista y estuvieron intentando
pillarme en falso:
P: - Qué hay de la tórrida relación con su fogonera?
R: - Nuestra relación es estrictamente profesional. No
encontraran evidencias de nada más. Creo.
P: - Es cierto que ha mantenido relaciones sexuales con una
máquina de vapor?
R: - No pienso responder a eso!!
P: - Su temeraria conducción de ayer se debe a la influencia del
alcohol?
R: - Ningún maquinista debería conducir embriagado.
P: - No ha respondido a mi pregunta.
R: - Correcto.
Para no faltar a la verdad (lo cual es raro en mis crónicas
(como ya he mencionado antes)) os diré que sólo una buena
borrachera capacita a alguien para conducir una locomotora. Me
explico: El palear carbón y el manejo de las palancas de admisión
y regulación es un esfuerzo sobrehumano continuado en un ambiente
hostil (mucho calor, no isostar, no mullidos sillones, no
reposiciones de Vigilantes de la Playa). Los aficionados a la
mitología clásica recordarán que el decimotercer trabajo de
Hércules consistía en conducir una locomotora a través del Hades.
En fin, a lo que iba: solo en la fase de "Soy omnipotente" de una
borrachera (que por lo general viene después de la de "Soy
graciosísimo") alguien puede verse con ánimos de acometer tal
titánica tarea.
Como todo, tiene sus recompensas: el aroma del vapor y el
carbón, el murmullo del agua hirviendo en la caldera como
coronación de tus éxitos al encender el fuego, el pringue
cantidubi con la carbonilla y sobre todo hartarte luego a comer
y a beber.
Dejo para más adelante hilarantes anécdotas cómo la de la
gallina que atropellamos, la de cuando quemamos los gayumbos del
conservador del museo en la caldera o el pollo que monto uno de
los catalanes en un bar porque no le hacían el carajillo como él
quería.
CONTINUARÁ..._
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